Todos los años, cuando se acerca la Navidad, me ocurre lo mismo. Me agobian tantos planes, tanto que comer, tantas compras por hacer (no me gusta el consumismo desmedido, no tengo tiempo, no soy capaz de enfrentarme a estas decisiones: cuánto gasto, cómo afronto el gasto, etc.), y tanta alegría desmedida. Me gustaría participar de la felicidad colectiva pero a estas fiestas solo le veo inconvenientes. ¿Qué puedo hacer?
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Lo primero de todo deberías empezar a validarte, no exigir con cumplir criterios externos. Hay que aprender a poner límites a la hora de decidir qué planes quieres hacer y cuántos, sin la obligación de sentir la necesidad de cumplir expectativas externas. Recuerda que priorizarte no es ser egoísta, porque no estás haciendo daño a los otros si decides no participar en algún plan. Es normal que toda la presión que la sociedad ejerce sobre el consumismo, las tradiciones y todos los pensamientos terminen afectando a cómo te sientes. Para evitar la culpabilidad por los gastos ocasionados de todo ello es importante realizar un cálculo que te permita ser previsora, priorizando las necesidades y el gasto destinado a ellas. En relación al tema de regalos, es necesario que recuerdes que lo verdaderamente importante es la simbología, es decir, el valor de ese regalo como significado e intención, no como algo económico ni perfecto. A la hora de realizar todas las compras de Navidad, no vale de nada haber conseguido todo si por el camino te dejas la salud mental, mucho estrés, muchos nervios… Por eso cuando se vayan a realizar es importante que te encuentres calmada, que sea en un momento en donde estés tranquila sin prisa y sobre todo no condicionada por lo que encuentres. Visualiza esas compras con un estado tranquilo, disfrutando del proceso de entender que el hecho de hacerlo ya implica valor, independientemente del resultado centra la atención en el proceso de elección y no en el resultado. Rodéate de tu círculo y permítete compartir tu mundo emocional con ellos, para sentirte validado, acompañado y escuchado en todo ello.
Construye espacios en donde puedas disfrutar de la tranquilidad y calma y trata de encontrar un rato todos los días para ello. Disminuye las expectativas y realiza un reparto equitativo de las tareas con esos espacios de autocuidado diario. No se trata de hacer felices al resto, porque eso no depende de ti. Tu obligación es que seas feliz, con la serenidad de ir en una dirección y un camino, aunque no siempre se esté alegre. Es por ello que se trata de aprender a disfrutarlas desde la capacidad en la elección y toma de decisiones, sabiendo establecer los límites, manifestar cómo te sientes, hacer peticiones y comunicar y expresar lo que te gusta de lo que te disgusta. Es necesario tomar consciencia de lo que quieres y de lo que sientes para evitar actuar en disonancia con ello. Sin olvidar que no decides qué piensas, pero sí puedes decidir qué hacer con esos pensamientos. Y tratar de ignorarlos y olvidarlos, es irlos a buscar.