Cuando una persona cercana es captada por una secta o grupo coercitivo, el impacto no se limita únicamente a quien es manipulado. Los familiares y amigos también se ven profundamente afectados, ya que esta situación altera las relaciones, la convivencia (si se da) y el vínculo emocional. Es importante reconocer este sufrimiento y validar las emociones que surgen en estos casos: impotencia, rabia, tristeza o incluso una sensación de pérdida.
Además del dolor emocional, los familiares se enfrentan a un gran desafío: mantener la relación con la persona captada sin reforzar el control que el grupo ejerce sobre ella. Los grupos coercitivos suelen fomentar el aislamiento, buscando que los individuos rompan o deterioren las conexiones con su entorno. Esto puede suceder de forma directa, a través de instrucciones explícitas, o indirectas, generando tensión entre las nuevas creencias de la persona y los valores familiares.
Es importante normalizar las emociones de los familiares
Es fundamental entender que el malestar, la frustración y la impotencia que pueden surgir en estas situaciones son reacciones naturales. Sentimientos de pérdida, rabia o desesperanza suelen aparecer, pero también es importante transmitir un mensaje de esperanza: existen formas de actuar que pueden prevenir un daño mayor y, eventualmente, facilitar el camino para ayudar a la persona afectada.
Uno de los principales aspectos que debemos normalizar es que cualquier persona puede ser captada por un grupo coercitivo. Nadie está exento de esta posibilidad, independientemente de su formación, edad o nivel socioeconómico. De ahí la importancia de promover la información y la prevención, así como de asesorarse con profesionales especializados en este fenómeno.
¿Qué pueden hacer los familiares?
- No juzgar ni confrontar. No critiques las creencias, el grupo o las conductas de la persona. Esto puede reforzar su compromiso con el grupo y debilitar el vínculo contigo.
- Mantener el contacto. Trata de conservar la comunicación, aunque sea limitada. El vínculo con el exterior puede ser un ancla para que la persona no se sumerja completamente.
- Fomentar una red de apoyo. Mantén un entorno cercano con amistades y familiares que la persona valore. Realizar actividades agradables, especialmente aquellas que disfrutaba antes, puede ayudar a contrarrestar el control del grupo.
- Fomentar la confianza y el afecto. Intenta que sienta que puede compartir emociones contigo, incluso si el grupo limita esta expresión. La confianza es esencial para futuras intervenciones.
- Informarse sobre el grupo. Investiga sobre el grupo coercitivo para comprender mejor su funcionamiento, las dinámicas de manipulación y el nivel de riesgo que enfrenta tu ser querido.
- Valorar decisiones importantes. Antes de tomar acciones como denunciar al grupo, evalúa si podría ser contraproducente. Algunos pasos precipitados pueden reforzar el aislamiento de la persona (crucial para una posible salida del grupo a futuro).
- No colaborar económicamente. Evita financiar actividades del grupo, ya que esto fortalece su estructura y control.
- Desarrollar paciencia. Estos procesos suelen ser largos y emocionalmente desgastantes. Contar con apoyo externo y manejar expectativas es esencial.
El papel de los profesionales en la intervención
Afrontar una situación de estas características puede ser abrumador, tanto para los familiares como para la persona captada. Por ello, acudir a profesionales especializados en sectas y manipulación coercitiva es fundamental. En muchos casos, las organizaciones dedicadas a este fenómeno, como Psicología Sin Fronteras o fundaciones especializadas, ofrecen recursos de asesoramiento y acompañamiento diseñados para guiar a los familiares.
La intervención adecuada, basada en conocimiento experto, puede marcar la diferencia entre reforzar los vínculos con la persona captada o permitir que el grupo ejerza un control total. Mantener la esperanza, actuar con estrategia y confiar en el proceso son pasos esenciales para abordar esta compleja realidad.
Artículo elaborado por Carolina Delgado y Rebeca Pozuelo, psicólogas coordinadoras del área de Sectas y Pseudociencias en Fundación Psicología Sin Fronteras.