Introducción. Los bebés robados

Durante los cuarenta años de dictadura franquista, y hasta ya entrada la democracia, en España tuvo lugar uno de los delitos más silenciados y, a su vez, con mayor implicación y difusión mediática de la historia reciente. En el año 2010, los casos de mujeres que habían dado a luz en clínicas y maternidades a neonatos que fallecieron en extrañas circunstancias se hicieron noticia (Tortosa, 2014). Entonces, el término ‘bebés robados’ se popularizó dando comienzo a distintas iniciativas sociales y actuaciones judiciales en busca de la aclaración de la numerosidad de casos de sustracciones de menores sucedidos desde finales de la Guerra Civil hasta los primeros años de democracia en España.

El fenómeno delictivo de los bebés robados engloba una heterogeneidad de situaciones, todas relacionadas con las adopciones irregulares sucedidas en el seno del Estado español durante el siglo XX. A lo largo de este tiempo, multitud de menores fueron sustraídos de cárceles, clínicas, maternidades y centros de internamiento pasando a ser objeto de un delito motivado ideológicamente en sus inicios (Vinyes et al., 2002), y al que, con posterioridad, se le sumarían motivaciones adyacentes como el lucro, sustentadas por una estructura de poder e impunidad (Esteso y Luque, 2018).

El desarrollo del delito: etapas y motivaciones

El delito de sustracción de menores en España presentó una evolución diferenciada en dos etapas. El primer periodo, comprendido durante los años cuarenta y cincuenta, se enmarcó bajo un contexto de represión dictatorial donde la separación de multitud de niños de su familia biológica se justificó como medida de “higiene racial” (Vicedo, 2021) en aras a la regeneración del espíritu nacional español. El final de la Guerra Civil española supuso la búsqueda, por parte de la dictadura franquista, de diferentes medios de instauración de la ideología fascista y nacionalcatólica, mientras acababan con cualquier resquicio y manifestación del enemigo. La patologización y negación de la condición humana de los militantes republicanos fue el primer paso hacia su anulación política y social. De este modo, desde el Gabinete de Investigaciones Psicológicas, el comandante Vallejo Nágera se centró en “investigar las raíces psíquicas del marxismo”1 llegando a concluir y promover, partiendo de la consideración de la raza como adquisición cultural derivada del ambiente, las medidas de higiene racial y eugenesia positiva. Y es que, si militaban “en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales (…), la segregación de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de esta plaga tan temible” (Vallejo Nágera, 1939, p.52).

Así se produjo el comienzo de la separación de multitud de menores sustentada por un “entramado legal ex profeso” (Vicedo, 2019, p.360) que abrió paso a las deportaciones de estos niños al ámbito tutelar pasando a depender su custodia de la red asistencial falangista. El Decreto sobre los huérfanos de la revolución y la guerra publicado en 1940 establecía, en su tercer artículo, que dicha tutela sería confiada, en defecto de la propia familia, a causa de existir “razones fundadas para estimar nocivo a este -el menor- para sus intereses de orden formativo y moral” (art. 4), a personas de “reconocida moralidad, adornadas de garantía que aseguren la educación de los huérfanos en un ambiente familiar irreprochable desde el triple punto de vista religioso, ético y nacional” (art. 3). Un articulado que, en última instancia, reducía la operación de la pérdida de la tutela a criterios de carácter arbitral, únicamente dependientes de la opinión política que merecían los familiares según las autoridades. La Ley del 4 de diciembre de 1941 culminó esta arquitectura legal ofreciendo legitimidad al cambio de nombre de multitud de hijos de presos, fusilados y exiliados y abriendo una vía más a las adopciones irregulares y su silenciamiento (Vinyes et al., 2002).

Durante su segunda etapa, y debido al cambio contextual sufrido por el régimen, asociado a su etapa de aperturismo que conllevó la entrada de España en la ONU, la práctica de sustracción de menores y adopciones irregulares que se había mantenido vigente durante más de veinte años adoptó un cambio en su estructura y organización. Todo ello con la intención de dar respuesta a la demanda social de niños por parte de familias afines al régimen, económica y socialmente bien posicionadas, que hasta entonces se había visto satisfecha. El robo de bebés se estableció, entonces, en torno a una red que involucraba a “instituciones de caridad y beneficencia, inclusas, casas cuna, hospitales privados y públicos, casas de maternidad (…), entre otros” (Vicedo, 2019, p.362) y cuya actuación se vio propiciada por el carácter privado que regía los procesos de adopción hasta 1987 (Vicedo, 2021), cuando se atribuye la competencia exclusiva en materia de adopción al Estado para evitar, tal como señala la Ley 21/1987, “la odiosa existencia del tráfico de bebés”2.

En este periodo se consolida un modus operandi caracterizado por el engaño a mujeres solteras, pobres o jóvenes a quienes se informaba falsamente de la muerte de sus hijos al nacer (Esteso, 2012) o se negaba la recuperación de su tutela tras el ingreso de sus hijos en centros de beneficencia (de Tena, 2014). Los recién nacidos eran entregados, a cambio de donaciones o pagos, a familias consideradas aptas para la crianza en un intento de imponer una moral familiar tradicional y favorecer la vigencia de la institución familiar desde el punto de vista nacionalcatólico. Las sustracciones en las clínicas de maternidad se producían, también, por coerción, sobre todo, en los casos de madres solteras y mujeres ingresadas en pisos o casas de maternidad que, tras el parto, eran coaccionadas a la entrega de su hijo en adopción como medio para evitar el estigma de la maternidad en calidad de soltera. Coacción también sufrida por las mujeres y niñas ingresadas en los diferentes reformatorios y correccionales para madres solteras dependientes del Patronato de Protección a la Mujer (García del Cid, 2012). Un organismo constituido formalmente en el año 1942, dependiente del Ministerio de Justicia y presidido por Carmen Polo de Franco, encargado de “velar por las jóvenes caídas o en riesgo de caer” (García del Cid, 2012, p.9) y cuyas maternidades se dirigían, tal como referían sus propios boletines informativos (1971), a voluntarias y forzadas, huidas, rechazadas, rabiosas, listas, tontas, analfabetas, educadas, groseras. Y no hay, no puede haber clasificación, porque no existe, no puede haber discriminación, puesto que el signo único que cuenta es el estado de gestación o la maternidad.

Las voces de las víctimas

La verdadera comprensión de la profundidad de este fenómeno requiere de la escucha y reconocimiento de las voces de sus víctimas. El archivo público Maternidades robadas (Mujer y Memoria, s.f.) recoge los testimonios de distintas víctimas cuyo análisis permite reconstruir el daño ocasionado desde el relato y la narrativa de sus historias. Sus relatos reflejan no solo las consecuencias psicológicas derivadas de la pérdida, sino también una profunda comprensión crítica de los mecanismos ideológicos, económicos e institucionales que sostuvieron este fenómeno criminal a lo largo de tantos años.

Ideología y Poder

En la revisión del discurso de las víctimas, podemos observar cómo la ideología marca para ellas el inicio de la práctica del delito, pasando a ser sustituida por la motivación de lucro a medida que avanzaban las décadas y, en especial, tras el comienzo de la democracia. Algunas víctimas reconocen no haber estado posicionadas políticamente en el momento del robo, sin embargo, sus discursos coinciden en la identificación de la pertenencia a una clase social media-baja como factor determinante en su victimización y destacan cómo la ideología franquista, basada en un modelo de familia nacionalcatólica, legitimó la separación forzosa de madres e hijos.

Empezó por motivo ideológico y con el tiempo pues se convirtió en… en un negocio. Pero, para mí, desde luego que… que tiene que ver con la dictadura franquista porque era una época oscura y donde la gente era ignorante y… y en estos casos, esas madres no podían… o sea, era gente de bajo nivel cultural, familias humildes a las que les pasaba. Es mucha casualidad. Nunca le pasaba a gente preparada ni a gente… con una economía saneada. Entonces, para mí sí que tenía mucho que ver. Eran las víctimas perfectas para… este genocidio.

Asimismo, las víctimas coinciden en la identificación del poder residual del Estado franquista como facilitador de la comisión del delito en democracia. La vigencia de las leyes franquistas, la permanencia en altos cargos de los diferentes agentes implicados en los robos, y la influencia del poder económico y social de las familias adoptantes habrían facilitado, según estas, la impunidad asociada al delito, aún hoy en día.

Desigualdad y lucro

Al igual que la ideología, la desigualdad y vulnerabilidad social son identificadas por los testimonios como factores predisponentes a su victimización y dificultades a la hora de actuar judicialmente y buscar la reparación del daño ocasionado. El lucro es identificado como motivación principal tras las sustracciones llegando las víctimas a referirse al delito como un robo o negocio y, a sí mismas, como mercancías.

A nosotros nos utilizaron, a las madres, como meras mercancías. Ellos ponían, por decirlo de alguna manera, las fábricas, que eran los hospitales públicos y privados, y allí íbamos nosotros pues como el transportista que lleva la mercancía: llegábamos allí, nos quitaban a nuestros niños, nos engañaban con que había fallecido y se lo vendían al mejor postor.

Consecuencias psicológicas y daño ocasionado

Las consecuencias emocionales y psicológicas narradas en los testimonios son numerosas y devastadoras. Las mujeres describen sentimientos de culpa, duelo no resuelto, y una profunda desconfianza hacia las instituciones. La pérdida de sus hijos, unida al silencio social impuesto durante años, generó daños psíquicos prolongados que persisten en el tiempo.

Además, el desconocimiento sobre la verdadera suerte de sus hijos ha impedido cerrar el proceso de duelo, y la ausencia de acceso a la verdad y estigmatización social genera una victimización secundaria que se refuerza con cada intento fallido de búsqueda.

Estos hechos te producen una sensación de que no has sabido llevar la situación… un sentimiento de culpa por no haber sabido hacer nada en aquel momento. Esto ha hecho que en el tiempo yo misma me hiciera una víctima revictimizada.

Asimismo, encontramos multitud de menciones de las víctimas al proceso de embarazo y parto; y el trato violento recibido por el personal sanitario durante el mismo. Las madres refieren haber sido víctimas de negligencias y haber recibido comentarios desconsiderados con alto componente violento y estigmatizante por parte de los profesionales de la salud encargados de su cuidado.

Ausencia de reparación y olvido institucional

Un eje transversal a los testimonios es la denuncia de la falta de reconocimiento oficial y de reparación efectiva. Las víctimas sienten que el Estado ha desatendido su derecho a la verdad y la justicia. Especialmente relevante es la percepción del olvido como forma de violencia simbólica y estructural, una ausencia de políticas de memoria que, unida a la desprotección judicial, perpetúa una doble victimización: primero por la sustracción de los hijos y luego por el abandono institucional.

El ser reconocidos como víctimas, la implicación, la primera que tiene, es que automáticamente cuando eres víctima tienes unos derechos (…). Nos sentimos totalmente ninguneados. Como que no existimos, somos las víctimas invisibles.

Conclusión. Una herida por sanar

Frente al abandono e inacción estatal, las asociaciones de víctimas han desempeñado un papel crucial en la lucha contra el olvido encarnándose como espacios de apoyo emocional y consuelo. Las víctimas coinciden en la necesidad de concienciar a la sociedad como mecanismo para prevenir tanto el olvido, como la posible futura repetición del delito; e identifican el robo de bebés como una vulneración de los derechos humanos, un maltrato contra la mujer y un fenómeno con implicaciones sociales donde la falta de memoria ocupa el lugar central.

La falta de memoria (…) eso es lo que perjudica. Porque cuando una cosa se sabe, se puede evitar; si no se sabe, no.

La situación de impunidad que acompaña, hoy en día, a la cuestión de los bebés robados merece una respuesta eficaz e integral capaz de garantizar el acceso a la verdad, la justicia, la reparación y el establecimiento de garantías de no repetición de lo ocurrido. La sociedad española, como Estado de Derecho, tiene la obligación de atender a las necesidades de la ciudadanía y velar por la consecución de la justicia social, y, únicamente, mediante la memoria, reconocimiento y respuesta a las consecuencias de su historia podrá dar por cumplida dicha obligación.

El 6 de marzo de 2020 fue presentada en el Congreso de los Diputados la Proposición de Ley sobre bebés robados en el Estado español. A día de hoy, su aprobación sigue pendiente…

 


1 Fuente: Hoja de Servicios del teniente coronel Antonio Vallejo Nágera, LGA: B-382. Archivo General Militar, Segovia.

2 Fuente: Preámbulo de la Ley 21/1978, de 11 de noviembre, por la que se modifican determinados artículos del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de adopción.

Referencias bibliográficas

Esteso, M. J. (2012). Niños robados: de la represión franquista al negocio. Diagonal.

Esteso, M. J. y Luque, S. (2018) El robo de bebés desde una perspectiva de género. Revista Nuestra Historia. 5, pp.169-176.

García del Cid, C. (2012). Las desterradas hijas de Eva. Algón Editores.

Mujer y Memoria (s.f.). Maternidades robadas. https://mujerymemoria.org/maternidades_robadas/

de Tena, F. G. (2014). “Nos encargamos de todo”: robo y tráfico de niños en España. Clave intelectual.

Tortosa (2014). “Los niños perdidos del franquismo”: Último episodio de la memoria de la dictadura. Journal of Catalan Studies.

Vallejo Nágera, A. (1939). La locura y la guerra: psicopatología de la guerra española. Librería Santarén.

Vicedo, R. V. (2019). La desaparición forzada de los” niños robados” en el Estado español: lecciones desde el Derecho Internacional en la lucha por la verdad, la justicia y la reparación. Anuario de los Cursos de Derechos Humanos de Donostia-San Sebastián: Donostiako Giza Eskubideei Buruzko Ikastaroen Urtekaria, (19), 353-410.

Vicedo, R. V. (2021). La represión franquista sobre la maternidad: Los “niños robados” y la necesidad de incluir una perspectiva de género en la memoria democrática. Revista valenciana d’estudis autonòmics, (66), 399-442.

Vinyes, R., Armengou, M., y Belis, R. (2002). Los niños perdidos del franquismo. Barcelona: Plaza & Janes Editores.

 

Artículo elaborado por Elena Fernández González, alumna de la Universidad Europea, participante en el Programa de Prácticas Universitarias de la Fundación Psicología Sin Fronteras.

¿Qué entendemos por homofobia?

La palabra homofobia se empezó a usar en los años 60 para describir el miedo, desprecio o rechazo que algunas personas sentían hacia personas homosexuales. En ese entonces, muchas ideas sobre la homosexualidad estaban teñidas de prejuicios y conceptos erróneos, e incluso la ciencia consideraba que ser homosexual era una enfermedad.

Más tarde, en 1973 se eliminó del DSM-III la categorización de la homosexualidad como una enfermedad y se empezaron a reconocer socialmente los derechos del colectivo LGTB. Sin embargo, la homofobia sigue estando presente, y en la actualidad algunos autores hacen una distinción entre homofobia manifiesta y homofobia sutil. La primera, manifiesta, que es la forma más tradicional de prejuicio, se refiere a las conductas hostiles y de claro rechazo a las minorías, mientras que la segunda se refiere a la expresión sutil y encubierta del prejuicio (miradas, estereotipos, etc.).

Hoy en día la conceptualización de la homofobia se ha ampliado, gracias a los trabajos de Herek en 2004, que exponían las limitaciones del término y proponían otros términos alternativos como estigma sexual, heterosexismo o prejuicio sexual, para entender mejor cómo se estructura la discriminación hacia las personas no heterosexuales.

Homofobia interiorizada

La homofobia interiorizada ocurre cuando personas homosexuales o bisexuales interiorizan las ideas negativas que la sociedad ha transmitido sobre la homosexualidad. Esto puede suceder incluso antes de que esa persona se reconozca como homosexual o bisexual. Al crecer en un entorno donde ser “diferente” se ve como algo malo, muchas personas interiorizan esas creencias y las aplican sobre sí mismas.

Esto no solo genera vergüenza o culpa respecto a su propia identidad, sino que también puede provocar rechazo hacia otras personas LGBT, negación de la orientación sexual propia o miedo a decir públicamente la propia orientación sexual. En muchos casos, esta autonegación afecta gravemente la autoestima y el bienestar emocional.

Estudios han demostrado que la homofobia interiorizada puede estar relacionada con sentimientos de ansiedad, depresión, aislamiento y, en los casos más graves, ideación suicida. No se trata solo de un problema individual, sino que es el reflejo de los prejuicios aún existentes en la sociedad.

El estrés de minorías

Las personas LGBT, y en general las personas pertenecientes a minorías sociales suelen enfrentarse a lo que se llama estrés de minorías, que se trata de un estrés provocado por vivir en una sociedad que considera ciertas identidades como inferiores o fuera de la normalidad.

Este tipo de estrés puede venir de dos formas:

  • Estresores externos (distales): insultos, discriminación, leyes injustas, violencia, rechazo familiar, etc.
  • Estresores internos (proximales): miedo al rechazo, necesidad de ocultar quiénes son, o el sentimiento de que hay algo “malo” en uno mismo.

Ambos tipos de estrés se combinan y pueden tener un impacto profundo en la salud mental. Las estadísticas muestran que las personas LGBT tienen un mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad, abuso de sustancias y pensamientos suicidas.

¿Qué se puede hacer? El papel de la psicología afirmativa

Frente a este panorama se desarrolló lo que se conoce como psicología afirmativa, que vino de la mano del psicólogo Alan K. Malyon en 1982 en EE. UU. y se extendió por Europa. Se trata de un enfoque que busca apoyar a las personas LGBT en el proceso de aceptarse, valorarse y vivir con plenitud. El objetivo es crear un espacio seguro donde las personas puedan cuestionar los mensajes negativos que han interiorizado, trabajar su autoestima y reconectar con su identidad de manera positiva. Este tipo de terapia puede traer numerosos beneficios, como:

  • Sensación de estar en un espacio seguro y libre de juicios en el que poder expresarte con libertad
  • Validación de tu identidad y empoderamiento: reducción de la homofobia interiorizada y construcción de una visión más adaptativa sobre uno/a mismo/a
  • Fortalecimiento de la autoestima, promoviendo la aceptación de uno/a mismo/a
  • Manejo del estrés de minorías: te puede dotar de herramientas para afrontar situaciones de discriminación
  • Acompañamiento en procesos de transición de género
  • Mejora de las relaciones interpersonales, tomando en cuenta los desafíos relacionados con la diversidad sexual y de género, y ayudando a desarrollar herramientas para mejorar las relaciones familiares y sociales

Para finalizar, y dados los beneficios mencionados de la terapia afirmativa, es recomendable que en caso de estar sufriendo algún tipo de malestar relacionado con la homofobia interiorizada, contactes con especialistas en este ámbito. En este sentido, el Mapa de recursos LGTBI+ del Ministerio de Igualdad permite buscar recursos por localización: Mapa de recursos de apoyo al colectivo LGTBI

Referencias

Balducci, J., Ferrari, S., Galeazzi, G. M., Mattei, G., Mongelli, Perrone, D. y F. Sacchetti, A. (2019). Minority stress and mental health among LGBT populations: an update on the evidence. Minerva Psichiatrica, 60(1), 27-50. DOI: 10.23736/S0391-1772.18.01995-7

Betancor, V., Coello, E., Quiles, M. N., Rodríguez, A. y Rodríguez, R. (2003). La medida de la homofobia manifiesta y sutil. Psicothema, 15(2), 197-204

Bhugra, D., Castaldelli-Maia, J.M., De Berardis, Torales, J. y Ventriglio, A. (2021). Homophobia and mental health: a scourge of modern era. Epidemiology and Psychiatric Sciences, 32(30). doi: 10.1017/S2045796021000391

Broadway-Horner, M. y Kar, A. (2022). Looking into the LGB affirmative therapies over the last f ifty years – a mixed method review synthesis. International Review of Psychiatry, 34(3 4), 392-401. https://doi.org/10.1080/09540261.2022.2051443

Herek, G. M. (2004). Beyond “Homophobia”: Thinking About Sexual Prejudice and Stigma in the Twenty-First Century. Sexuality Research & Social Policy, 1(2), 6-24

Meyer, I.H. (2003). Prejudice, social stress, and mental health in lesbian, gay, and bisexual populations: conceptual issues and research evidence. Psychological Bulletin, 129(5), 674-697. doi: 10.1037/0033-2909.129.5.674.

 

Artículo elaborado por Irene Hostalet Martínez, alumna de la Universidad a distancia de Madrid (UDIMA), participante en el Programa de Prácticas Universitarias de la Fundación Psicología Sin Fronteras.

En las relaciones afectivas —ya sean de pareja, familiares o incluso laborales— puede haber dinámicas que, aunque no dejan huella física, causan un profundo daño emocional. Una de ellas es el  gaslighting, una forma de abuso psicológico que se ha vuelto más reconocida en los últimos años por sus efectos devastadores en la autoestima y la percepción de la realidad de quien lo sufre.

¿Qué es el gaslighting?

El término proviene de la obra de teatro Gas Light (Hamilton, 1938), donde un hombre manipula a su esposa para que crea que está perdiendo la cordura. Lo hace, por ejemplo, atenuando las luces de gas de la casa y luego negando que hayan cambiado. Esta historia dio nombre a un fenómeno real que hoy conocemos como gaslighting. Es una forma de manipulación emocional crónica en la que el agresor busca que la otra persona dude de su memoria, sus pensamientos, sus emociones e incluso de su salud mental (Sweet, 2019; Sarkis, 2018).

Pero, ¿y cómo se manifiesta?

Quien realiza gaslighting no suele gritar ni amenazar de forma evidente. A menudo, se presenta como una persona “razonable”, “preocupada” o incluso “madura”, lo cual hace que sus actos pasen desapercibidos tanto para la víctima como para su entorno. Sus armas son más sutiles y consisten en negar, tergiversar, minimizar y confundir a la otra persona, minando poco a poco su seguridad emocional. Por ejemplo:

− “Eso nunca ha pasado, te lo estás inventando.” (niega directamente la realidad vivida por la otra persona, generando dudas en su memoria y percepción).
− “Estás loco/a, exageras todo.” (utiliza la etiqueta de locura o exageración para invalidar emociones, haciendo que la víctima se autocensure).
− “No seas paranoico/a, siempre ves lo peor.” (desacredita los pensamientos críticos o sospechas, reforzando la idea de que el problema está en quien siente, no en lo que ocurre).
− “Tú me haces reaccionar así.” (el agresor elude toda responsabilidad y culpa a la víctima por sus propios actos, invirtiendo los roles).
− “Si me amaras de verdad, no dudarías de mí.” (manipulación emocional que usa el afecto como moneda de cambio, haciendo que cuestionar sea sinónimo de traición).

Este tipo frases, repetidas a lo largo del tiempo, no son simples desacuerdos: son herramientas de manipulación emocional que buscan quitar la confianza de la persona en sí misma. Quien las recibe suele comenzar a preguntarse si está viendo las cosas con claridad, si es demasiado sensible, o incluso si tiene un problema psicológico.

Lo más peligroso del gaslighting es que muchas veces se presenta de forma gradual y normalizada, ya que, puede comenzar con bromas, comentarios sutiles o desacreditaciones pequeñas que no parecen importantes, pero que se van acumulando. La víctima no se da cuenta de inmediato del daño, porque suele estar emocionalmente implicada y desea conservar la relación. Es este vínculo afectivo lo que hace que la manipulación sea tan eficaz y difícil de detectar.

¿Qué consecuencias psicológicas tiene?

Los efectos del gaslighting no se manifiestan de forma inmediata. Son como una gota que cae constante, silenciosamente, hasta erosionar la seguridad interna de quien lo sufre. Al principio puede parecer solo una discusión más, una diferencia de puntos de vista. Pero con el tiempo, la víctima empieza a perder algo mucho más profundo: la confianza en sí misma.
La autoestima se debilita poco a poco. Ya no se siente seguro/a de lo que piensa, de lo que recuerda, de lo que siente. Preguntas como “¿será que estoy exagerando?”, “¿y si realmente soy demasiado sensible?” o “¿tendré un problema?” se vuelven constantes. Es como vivir en una niebla emocional, donde la confusión se vuelve la norma.
Además, aparece el aislamiento. Por vergüenza, por miedo a no ser creído/a o simplemente por agotamiento, la persona deja de hablar de lo que le pasa. Se encierra en sí mismo/a, creyendo que nadie podrá entender lo que vive. Y si lo intenta, muchas veces encuentra respuestas como “pero si parece una buena persona” o “seguro no fue para tanto”, lo que solo refuerza su sensación de estar equivocado/a.

Este proceso lleva, en muchos casos, a una dependencia emocional muy fuerte. Como ya no confía en su propio criterio, necesita que la otra persona le diga qué pensar, cómo actuar o cómo interpretar lo que ocurre. El agresor se convierte, sin quererlo, en el centro de su mundo emocional. Y en ese escenario, es fácil que aparezcan síntomas como ansiedad, tristeza profunda, insomnio o incluso problemas físicos sin causa aparente.

Lo más alarmante es que muchas veces la persona no sabe que está siendo víctima de una forma de abuso. Cree que el problema está en él/ella, que si cambia o mejora las cosas irán mejor. Por eso, visibilizar el gaslighting no solo es una tarea urgente: es una forma de cuidado, de prevención y de empoderamiento.

¿Y cómo se detecta?

Detectar el gaslighting puede ser difícil porque no hay gritos ni golpes, sino una manipulación sutil que te hace dudar de tu percepción, tus emociones y tu memoria.
Puedes empezar a sentirte confundido/a después de discutir, a disculparte por todo o a preguntarte si el problema eres tú. Poco a poco, pierdes la confianza en lo que piensas y dejas de contar lo que vives por miedo o vergüenza.

Algunas señales que pueden ayudarte a identificarlo:

  • Te sientes culpable constantemente, aunque no sepas muy bien por qué.
  • Dudas de lo que viste o lo que recuerdas, sobre todo después de hablar con tu pareja.
  • Evitas decir lo que piensas para no provocar una reacción negativa.
  • Necesitas que el otro te diga si lo que sientes es válido.

Si estas frases te suenan familiares, no estás solo/a. Escucharte y buscar apoyo puede ayudarte a salir de ese ciclo.

¿Qué hago si lo identifico?

Darte cuenta de que estás viviendo gaslighting puede ser duro, pero también es el primer paso para salir de ahí. No estás exagerando, no estás “perdiendo la cordura”: lo que sientes es válido.

Si algo dentro de ti te dice que no estás bien, escúchalo. Puedes empezar por hablar con alguien en quien confíes, alguien que te escuche sin juzgarte. También puede ayudarte mucho acudir a un psicólogo o profesional que te acompañe a recuperar tu seguridad.

Informarte, poner nombre a lo que estás viviendo, y rodearte de personas que te cuiden puede marcar la diferencia.

Y, sobre todo: mereces una relación donde te sientas seguro/a, valorado/a y libre de ser tú.

 

Referencias

  • Abramson, K. (2014). Turning up the lights on gaslighting. Philosophical Perspectives, 28(1), 1–30.
  • Durvasula, R. (2021). It’s Not You: Identifying and Healing from Narcissistic Abuse and Gaslighting. Penguin Random House.
  • Hamilton, P. (1938). Gas Light [Obra de teatro]. Londres, Reino Unido.
  • Sarkis, S. (2018). Gaslighting: Recognize Manipulative and Emotionally Abusive People—and Break Free. Da Capo Lifelong Books.
  • Stern, R. (2007). The Gaslight Effect: How to Spot and Survive the Hidden Manipulation Others Use to Control Your Life. Morgan Road Books.
  • Sweet, P. L. (2019). The Sociology of Gaslighting. American Sociological Review, 84(5), 851–875. https://doi.org/10.1177/0003122419874843

 

Artículo elaborado por Sofía Ortiz Rodríguez, alumna de la Universidad a distancia de Madrid (UDIMA), participante en el Programa de Prácticas Universitarias de la Fundación Psicología Sin Fronteras.

Al profundizar en el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH), se observa que frecuentemente se percibe a quienes presentan este diagnóstico como personas que inevitablemente “sufren”. De hecho, en diferentes espacios divulgativos como la página de la Asociación Española de Pediatría (AEPED), es común encontrar este tipo de descripciones. Sin embargo, la realidad es más compleja y rica, pues existen numerosos aspectos positivos del TDAH que pocas veces son explorados. Este artículo pretende romper con algunos prejuicios frecuentes y resaltar fortalezas asociadas al trastorno.

En primer lugar, una creencia muy difundida sostiene que el TDAH solo afecta a niños. Esta idea ha sido desmentida hace décadas; desde 1976 se han publicado diversos estudios que constatan la continuidad del trastorno en la adultez (Reyes Ticas & Reyes Ochoa, 2010). Además, investigaciones como las de Biederman et al. (2000), Hart et al. (1995), Sobanski et al. (2008) y Young y Gudjonsson (2008) destacan cómo los síntomas del TDAH evolucionan a lo largo de la vida, manifestándose de formas diversas según la edad de la persona afectada.

En segundo lugar, otro prejuicio común es considerar que los síntomas del TDAH son homogéneos y se presentan de la misma manera en todas las personas diagnosticadas. En realidad, los síntomas son únicos y dependen del contexto y las características individuales. Un estudio sobre adolescentes con TDAH concluye que la normalidad es relativa y depende del contexto individual: “No debería ser la ciencia la que decidiera lo que atraviesa o no la dimensión de lo normal, sino la vida misma en cuanto sistema de valores” (Canguilhem, 2009, citado en Araújo et al., 2019). Por tanto, no todas las personas con TDAH se sienten afectadas negativamente, y muchas logran adaptarse exitosamente a su realidad cotidiana.

El tercer prejuicio habitual limita el TDAH exclusivamente a problemas de atención. Sin embargo, el trastorno involucra también otros síntomas significativos, como impulsividad e hiperactividad motora. Como menciona Servera (2008), la atención es un concepto multicomponente que abarca muchos aspectos: alerta, activación, focalización, mantenimiento atencional, distractibilidad y  amplitud, entre otros. Reducir el TDAH solamente a dificultades atencionales es simplificar un fenómeno mucho más amplio y complejo que afecta múltiples dimensiones del comportamiento y la  vida diaria.

Más allá de prejuicios, es fundamental reconocer que el TDAH no solo trae dificultades, sino que también puede incluir beneficios importantes si se saben identificar y potenciar adecuadamente. Uno de estos beneficios más conocidos es la capacidad de pensamiento innovador o “pensar fuera de la caja”. Esta forma creativa e inusual de procesar información podría estar relacionada con un funcionamiento mental más flexible, que permite superar las limitaciones convencionales (Guerrero López, 2006).

En palabras de Guerrero López (2006): “Las personas con TDAH viven la vida con intensidad, quizás por encima de lo convencional. Como decía Oscar Wilde, quien afirmaba haber vivido intensamente su vida (e incluso su muerte), estas personas pueden atravesar la existencia como fugaces meteoros en lugar de pesados planetas, siguiendo la analogía de Jack London sobre cómo le gustaba experimentar la vida.”

Además, esta intensidad en la manera de vivir está relacionada con una notable capacidad de adaptación y resiliencia. Según la American Psychological Association (APA), la resiliencia es el proceso de adaptación positiva ante la adversidad. Las personas con TDAH frecuentemente desarrollan estrategias innovadoras y recursos personales que les permiten enfrentar desafíos cotidianos, como utilizar resaltadores para estructurar apuntes, repetir verbalmente instrucciones o priorizar tareas según complejidad. Estas herramientas pueden transformar las dificultades en oportunidades, potenciando su desarrollo personal y emocional.

Finalmente, es esencial aclarar que el TDAH no se trata de una simple falta de atención, sino más bien de una atención inconsistente. En ocasiones, puede aparecer el fenómeno del “hiperfoco”, que implica una capacidad excepcional para concentrarse intensamente en actividades o temas específicos que resultan particularmente atractivos para la persona (INECAP, s.f.).
Aunque esta característica podría percibirse como negativa en ciertos contextos, es posible transformarla en una ventaja si se emplea adecuadamente, aprovechando la motivación intrínseca y el interés personal.

Referencias

Artículo elaborado por Antonella María Pécar Bentín, alumna de la Universidad Europea de Madrid, participante en el Programa de Prácticas Universitarias de la Fundación Psicología Sin Fronteras.

Las cárceles suelen ser percibidas como lugares oscuros y peligrosos, llenos de personas irredimibles. Sin embargo, esta visión está lejos de reflejar la realidad. Tras los muros penitenciarios habitan historias humanas, marcadas por errores, pero también por aprendizaje, resiliencia y esperanza. Es fundamental romper los estereotipos que rodean a las personas privadas de libertad y construir una mirada más empática e inclusiva hacia ellas. Dentro de los centros penitenciarios encontramos individuos con trayectorias diversas: jóvenes que cometieron errores impulsados por la falta de oportunidades, personas atrapadas en ciclos de pobreza o exclusión social, y otros que simplemente tomaron decisiones equivocadas en momentos críticos. No todas las personas encarceladas tienen problemas graves de salud mental, como a menudo se asume. Aunque las condiciones penitenciarias pueden afectar el bienestar psicológico, muchas buscan activamente reconstruir sus vidas y salir adelante.

 

Es importante recordar que quienes están en prisión no dejan de ser seres humanos. Son padres, madres, hijos e hijas con sueños y esperanzas. Muchos internos aprovechan su tiempo en prisión para reflexionar sobre sus acciones y trabajar en su desarrollo personal. Algunos estudian, aprenden oficios o participan en programas terapéuticos que les permiten imaginar un futuro mejor. Iniciativas como las desarrolladas por la Fundación Psicología Sin Fronteras son un ejemplo inspirador de cómo el apoyo psicológico puede marcar la diferencia. A través de talleres y sesiones individuales, esta organización ayuda a los internos a gestionar el estrés, mejorar su autoestima y prepararse para su reintegración social.

 

El estigma social hacia quienes han estado en prisión es una barrera enorme para su reintegración. La etiqueta de “exconvicto” pesa como una losa incluso después de cumplir su condena. Este rechazo dificulta el acceso al empleo, la vivienda y el apoyo comunitario, perpetuando un ciclo de exclusión que aumenta la probabilidad de reincidencia. Si queremos reducir el delito y construir una sociedad más segura, debemos empezar por ofrecer segundas oportunidades y romper con los prejuicios que deshumanizan a estas personas.

 

Empatizar con las personas privadas de libertad no significa justificar sus actos; significa reconocer su humanidad y comprender las circunstancias que las llevaron a cometer errores. Muchas veces, detrás de un delito hay historias marcadas por la pobreza, la violencia o la falta de apoyo familiar. Al entender esto, podemos dejar atrás los juicios simplistas y trabajar juntos para ofrecerles herramientas que les permitan cambiar. Además, mostrar empatía tiene beneficios prácticos: reduce la reincidencia y fomenta la reintegración social. Programas basados en la justicia restaurativa —que promueven el diálogo entre víctimas e infractores— han demostrado ser efectivos para sanar heridas emocionales tanto dentro como fuera del sistema penitenciario.

 

Las prisiones son un reflejo de nuestra sociedad; muestran nuestras desigualdades y fallos sistémicos. Pero también pueden ser espacios donde las personas encuentren una segunda oportunidad si les damos el apoyo necesario. Es hora de mirar más allá del delito para ver al ser humano detrás. La próxima vez que pienses en alguien privado de libertad, reflexiona: ¿qué harías tú si hubieras nacido en sus circunstancias? ¿Cómo te gustaría ser tratado si hubieras cometido un error? La empatía es el primer paso hacia una sociedad donde todos tengamos la oportunidad de empezar de nuevo, no solo beneficia a quienes están dentro; también nos ayuda a construir una sociedad más justa y compasiva. Porque al final del día, todos somos más que nuestros errores. Y todos merecemos una oportunidad para empezar de nuevo.

 

Este artículo es un llamado a romper los muros del prejuicio y mirar más allá del delito para ver al ser humano detrás. Escuchar sus historias, entender sus luchas y ofrecerles segundas oportunidades no solo beneficia a quienes están dentro; también nos ayuda a construir una sociedad más justa y compasiva.

 

Mira qué hacemos desde el área de Psicología Jurídica de Fundación Psicología Sin Fronteras.

 

Escrito por Belén Vera Álvarez, psicóloga coordinadora del área de Psicología Jurídica

La mayoría de nosotros tenemos conocimiento, al menos aproximado, de lo que es una terapia alternativa o pseudoterapia y de su pretensión de instaurarse en nuestro sistema de salud como solución falsamente eficaz para problemas tanto físicos como psicológicos, algo que ha disparado la alarma de los profesionales de salud.

Algunas de estas pseudoterapias revisten especial peligrosidad por las graves consecuencias negativas que, tanto por acción como por omisión, tienen sobre la salud. Es el caso de las constelaciones familiares, desarrollada en los años 90 por el teólogo y espiritualista alemán Bert Hellinger, y definidas por él mismo como uno de los métodos más eficientes de asesoramiento holístico.

Dado que las pseudociencias se desarrollan en un ámbito de espiritualidad cuyos fundamentos teóricos pueden tener un origen común, señalaremos a partir de ahora los conceptos o expresiones más definitorias de la doctrina y, en general, aquellos relacionados más usados en pseudociencia, con el objetivo de que sean fácilmente detectados por el lector.

Afirmaba el creador de las constelaciones familiares, que estas son aplicables a todo tipo de conflictos y problemas de familia, a los cuales estaban dirigidas en exclusiva en su origen, siendo también aplicadas en la actualidad, según la propia web de Hellinger, en empresas y organizaciones, en el cuidado de la salud, en el sistema legal y en el campo de la pedagogía y la educación. Desde las constelaciones se afirma que se puede tratar casi cualquier problema o patología, desde una simple cefalea hasta la ansiedad o una depresión, TDAH, adicciones, problemas alimentarios, dificultades de habilidades sociales, problemas familiares o de pareja, problemas de agresividad, infertilidad, insatisfacción laboral o dificultades para alcanzar el éxito en nuestros objetivos profesionales o, incluso, se atreven a abordar casos clínicos especialmente delicados como pueden ser las secuelas del abuso sexual y del abuso sexual infantil o enfermedades graves, como el cáncer.

Para poder ampliar el ámbito de aplicación, se afirma en la web que es precisamente Constelaciones familiares Original Hellinger®, por supuesto, quienes muestran qué personas o miembros tienen derecho a pertenecer a su familia, indicando que, además de los parientes consanguíneos, otras personas también suelen ser parte de una solución del problema.

Así, han creado su propia “ciencia”, que paradójicamente no se somete al método científico, requisito para ser considerada como tal: la Hellinger Sciencia, la ciencia de todas nuestras relaciones.

Pero, además de las propias constelaciones, desde las constelaciones familiares se ofrece un tipo de meditación llamada Cosmic Power, la cual promete descubrir el secreto para alcanzar la paz interior, el equilibrio y una nueva fuerza vital, para reducir el estrés, calmar tus pensamientos, aumentar tu conciencia y experimentar una profunda relajación y conexión con tu subconsciente. Para desbloquear el verdadero potencial de tu mente y vivir una vida más feliz y plena.

¿Cuál es la idea principal que sustenta la práctica?

Las constelaciones familiares se basan en la creencia de que existe una herencia familiar o efecto residual de las vivencias de una persona, de sus conflictos, de sus miedos o preocupaciones familiares, de sus culpas no gestionadas y de sus comportamientos problemáticos, los cuales pueden tener relación con ciertas experiencias negativas vividas. Por ejemplo, haber sufrido una victimización sexual o violencia doméstica, haber vivido un divorcio complicado o una infidelidad, la pérdida traumática de un ser querido, haber sufrido un proceso doloroso de inmigración, haber ido a la guerra, haber sufrido una adicción, etc., que suponen conflictos no resueltos y que a su vez pueden ser replicados de manera inconsciente por futuras generaciones o cuyas consecuencias son heredadas y se manifiestan como problemas físicos, psicológicos o emocionales y/o relacionales.

Hacen hincapié en las personas excluidas u olvidadas por la familia, afirmando que estas toman posesión de un descendiente sin que este se dé cuenta, y se hacen presentes en la familia, retomando su lugar (restableciendo el orden familiar) a través del mismo. El descendiente asume los sentimientos, y en ocasiones los síntomas, del miembro excluido y, en última instancia, su destino, proceso al cual llaman implicación.

Los seguidores de las constelaciones defienden que, durante las mismas, una especie de supuesta energía o consciencia familiar, una conciencia inconsciente, une a los familiares del cliente y toma el control de las personas voluntarias que se encuentran inmersas en el ejercicio, lo que les permite tomar el rol de los primeros para equilibrar el orden familiar en cualquier punto en el que se haya producido un desequilibrio según los 3 principios en los que se basa (para más información, visitar documento completo en la biblioteca de la web), y para sanar mediante la búsqueda de ese equilibrio las tensiones o conflictos no resueltos y que han sido heredados, permitiendo finalmente al cliente experimentar las relaciones de una forma más consciente.

Como sucede con la mayoría de pseudoterapias, el modelo teórico que representa las constelaciones familiares incluye conceptos o constructos que proceden de otras teorías igualmente pseudocientíficas, como pueden ser el concepto de inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung y la teoría de la resonancia mórfica o campos morfogenéticos del biólogo Rupert Sheldrake, así como la numerología, la Psicología Transgeneracional, el Análisis Transaccional, la Psicología Transpersonal, la Terapia Familiar Sistémica y la Terapia Gestalt, estas dos últimas dentro de las cuales las constelaciones familiares han sido incluidas por algunos expertos. El mismo Hellinger afirmaba que la Gestalt había ejercido una gran influencia sobre su trabajo.

¿En qué consiste el procedimiento?

El procedimiento parece basarse en una escenificación de la dinámica familiar o role-playing -muy en la línea de otras prácticas como el psicodrama y la escultura familiar-, en la que el facilitador o constelador, tras hacer una serie de preguntas al cliente sobre su familia para indagar acerca de posibles traumas o problemas o conflictos en sus relaciones, le pedirá que elija a otros miembros del grupo para que interpreten a la persona a tratar, a sus familiares o ancestros o al problema o problemas a trabajar -una persona puede tener que interpretar cualquier síntoma, psicopatología o estímulo que se pretenda trabajar-.

Es decir, se despoja a la persona a tratar de la libertad de abordar su propio conflicto y se pone éste en manos de personas extrañas que no conocen nada acerca del mismo ni de las personas implicadas, ni cuentan con la formación adecuada para esa tarea.

A continuación, el constelador dará a todos ellos instrucciones de las posturas que deben tomar o de dónde deben colocarse para entrar en sintonía con lo que llaman campo del conocimiento o campo morfogenético o de resonancia mórfica y les irá indicando que modifiquen estas posturas, moviéndose o actuando según las supuestas energías que, por sugestión, creen estar recibiendo, mientras pronuncia unas frases o mantras que pretenden ser sanadoras. El constelador indica a los participantes las frases exactas que deben decirse entre los miembros participantes para sanar el conflicto de unas personas a las que no conocen, algunas de las cuales, en ocasiones, ya han fallecido –hacemos aquí hincapié en la dimensión sobrenatural de la práctica- mientras que la única persona que realmente forma parte de ese conflicto se mantiene como mera espectadora de lo que supuestamente sus familiares le están diciendo a ella (a la persona desconocida que interpreta el rol de ella).

Se afirma que cuando los participantes entran en resonancia, de manera cuántica se refleja su propio problema y al mismo tiempo proporciona impulsos para una solución. Es habitual en pseudociencia tomar conceptos científicos y malinterpretar su significado, o modificarlos mínimamente, quizás con la combinación de varios términos, para pretender que la ciencia avala sus postulados, por una confusión que es muy esperable. El misticismo cuántico es muy recurrido en este tipo de materia.

A lo largo de la práctica, el constelador irá preguntando a los participantes cómo se sienten, y la forma en la que estos -que por sugestión creen estar experimentando los pensamientos y emociones de los familiares que interpretan- verbalicen sentirse, será tomada como una interpretación de la dinámica familiar real del cliente y de la situación en la que se encuentran los posibles conflictos existentes entre ellos en cada momento del ejercicio. La modificación de las posturas en la búsqueda de unas en las que los participantes digan sentirse mejor, y las verbalizaciones guiadas por el constelador que realicen, llevarán al cliente a descubrir la verdad y a cerrar el ejercicio, tomando finalmente su propio rol en la búsqueda del equilibrio familiar.

Según la web de Hellinger, todo lo que debe hacer un representante es dejarse abarcar por un movimiento que lo invadirá (y al que no podrá resistirse). No debe pensar ni interpretar. El único requisito es que nos permitamos ser atrapados por él (por el movimiento) sin nuestros propios deseos e intenciones. Eso significa: estar abiertos y ser pequeños frente al movimiento. Se nos presentan aquí dos máximas habituales en pseudoterapia: no pensar para no ejercer espíritu crítico sobre la información recibida, habitualmente impuesta como condición necesaria para la supuesta eficacia, y por otro lado estar abiertos a aceptar precisamente que alguien nos dé una información y creerla a pies juntillas sin contrastarla, aceptando que se está ante algo que es más grande que uno mismo, algo que no se puede medir ni poner en duda, y cuyo origen no puede ser realmente explicado de manera racional.

En definitiva, las constelaciones, no tienen explicación en el mundo terrenal y no pueden demostrar su eficacia, sino que se solicita al cliente, en ocasiones víctimizado y/o enfermo, un acto de fe.

Por último, los consteladores también realizan sus intervenciones de forma individual (constelación familiar simbólica), sin necesidad de la presencia de colaboradores, en cuyo caso utilizan muñecos o figuras (como los muñecos Playmobil), figuras de ajedrez o plantillas en el suelo, entre otros, para representar al resto de miembros de la familia.

Consecuencias de las constelaciones familiares:

Individuales o grupales, lo más importante es que las constelaciones familiares están consideradas hoy en día como una de las pseudoterapias más peligrosas para la salud mental, con consecuencias tan fatales como las siguientes:

  1. Atención sanitaria tardía por la demonización de los tratamientos médicos y la introducción en el cliente de la falsa creencia de que está siendo tratado para su problema.
  2. Pérdida de autonomía y responsabilidad, al demonizar el derecho a la libertad personal, que pierde valor frente al pensamiento colectivo.
  3. Afectación de las relaciones familiares y riesgo de aislamiento del entorno cercano, por el carácter sugestivo del procedimiento, con la posibilidad de que se induzcan en el cliente pensamientos negativos acerca de la relación que mantiene o mantuvo con su familiar y, en el peor de los casos, recuerdos falsos de carácter negativo y/o traumático -como puede ser una presunta victimización, cuyos recuerdos reprimidos afloran de repente con ayuda del constelador-.
  4. Promoción de creencias discriminatorias, con argumentos que, por ejemplo, niegan la homosexualidad, a la que consideran una manifestación de los deseos sexuales de un antepasado, y promueven ideas machistas, por la habitual culpabilización de la mujer en sus argumentos.
  5. Justificación de toda violencia y culpabilización a las víctimas de delitos, al considerar que todo acto violento es un intento de restablecer el presunto equilibrio familiar, y al afirmar que las víctimas de dichos actos han elegido inconscientemente su fatal destino con el mismo objetivo.
  6. Obstaculización de la denuncia por parte de la víctima y consecuente invisibilización de la criminalidad, al promoverse, en cualquier caso, la búsqueda de un perdón mutuo entre víctima y victimario, en el que éste último no sea juzgado ni condenado por los delitos cometidos, sino aceptado tal como es, pues se considera que sus actos son resultado de esa herencia familiar que los consteladores defienden.
  7. Negación del origen multifactorial de la enfermedad y culpabilización de los enfermos, dado que igualmente se entiende que enfermar es una elección inconsciente, llegándose a afirmar que, en ocasiones, como sucede según sus defensores con la esquizofrenia, la enfermedad tiene su origen en el reino de los muertos.
  8. Aumento del riesgo de problemas psicológicos, de nuevo por la gran sugestión que se da en sus prácticas, que pueden consistir en varias sesiones de largas horas y en las que el constelador carece de la cualificación necesaria para valorar, si es que lo solicita, el historial clínico de los clientes participantes con el objetivo de prevenir posibles problemas psicológicos resultantes de una experiencia emocional tan intensa.
  9. Pérdida económica, al invertir el cliente en una terapia que carece de eficacia para tratar su problema, más aún cuando existe la posibilidad de que se le oferten cursos formativos con la promesa de convertirle en un futuro constelador.
  10. Impunidad, dado que no es necesario contar con una titulación reglada ni estar colegiado para trabajar con las emociones de personas que, en no pocas ocasiones, presentan problemas psicopatológicos de base. El vacío legal de las pseudoterapias dificulta poder denunciar las terribles consecuencias clínicas que pueden darse en sus clientes.

 

Escrito por Carolina López Salas, Psicóloga y Criminóloga colaboradora del área de Atención a Víctimas de Sectas y Pseudoterapias.

 

*Para ampliar la información que contiene este artículo, puedes acceder a la versión completa del mismo a través del siguiente enlace a la biblioteca de nuestra web.


Referencias

imagen alusiva a la publicación titulada el impacto de la captación sectaria en los familiares y cómo afrontarlo

Cuando una persona cercana es captada por una secta o grupo coercitivo, el impacto no se limita únicamente a quien es manipulado. Los familiares y amigos también se ven profundamente afectados, ya que esta situación altera las relaciones, la convivencia (si se da) y el vínculo emocional. Es importante reconocer este sufrimiento y validar las emociones que surgen en estos casos: impotencia, rabia, tristeza o incluso una sensación de pérdida.

Además del dolor emocional, los familiares se enfrentan a un gran desafío: mantener la relación con la persona captada sin reforzar el control que el grupo ejerce sobre ella. Los grupos coercitivos suelen fomentar el aislamiento, buscando que los individuos rompan o deterioren las conexiones con su entorno. Esto puede suceder de forma directa, a través de instrucciones explícitas, o indirectas, generando tensión entre las nuevas creencias de la persona y los valores familiares.

Es importante normalizar las emociones de los familiares

Es fundamental entender que el malestar, la frustración y la impotencia que pueden surgir en estas situaciones son reacciones naturales. Sentimientos de pérdida, rabia o desesperanza suelen aparecer, pero también es importante transmitir un mensaje de esperanza: existen formas de actuar que pueden prevenir un daño mayor y, eventualmente, facilitar el camino para ayudar a la persona afectada.

Uno de los principales aspectos que debemos normalizar es que cualquier persona puede ser captada por un grupo coercitivo. Nadie está exento de esta posibilidad, independientemente de su formación, edad o nivel socioeconómico. De ahí la importancia de promover la información y la prevención, así como de asesorarse con profesionales especializados en este fenómeno.

¿Qué pueden hacer los familiares?

  1. No juzgar ni confrontar. No critiques las creencias, el grupo o las conductas de la persona. Esto puede reforzar su compromiso con el grupo y debilitar el vínculo contigo.
  1. Mantener el contacto. Trata de conservar la comunicación, aunque sea limitada. El vínculo con el exterior puede ser un ancla para que la persona no se sumerja completamente.
  1. Fomentar una red de apoyo. Mantén un entorno cercano con amistades y familiares que la persona valore. Realizar actividades agradables, especialmente aquellas que disfrutaba antes, puede ayudar a contrarrestar el control del grupo.
  1. Fomentar la confianza y el afecto. Intenta que sienta que puede compartir emociones contigo, incluso si el grupo limita esta expresión. La confianza es esencial para futuras intervenciones.
  1. Informarse sobre el grupo. Investiga sobre el grupo coercitivo para comprender mejor su funcionamiento, las dinámicas de manipulación y el nivel de riesgo que enfrenta tu ser querido.
  1. Valorar decisiones importantes. Antes de tomar acciones como denunciar al grupo, evalúa si podría ser contraproducente. Algunos pasos precipitados pueden reforzar el aislamiento de la persona (crucial para una posible salida del grupo a futuro).
  1. No colaborar económicamente. Evita financiar actividades del grupo, ya que esto fortalece su estructura y control.
  1. Desarrollar paciencia. Estos procesos suelen ser largos y emocionalmente desgastantes. Contar con apoyo externo y manejar expectativas es esencial.

El papel de los profesionales en la intervención

Afrontar una situación de estas características puede ser abrumador, tanto para los familiares como para la persona captada. Por ello, acudir a profesionales especializados en sectas y manipulación coercitiva es fundamental. En muchos casos, las organizaciones dedicadas a este fenómeno, como Psicología Sin Fronteras o fundaciones especializadas, ofrecen recursos de asesoramiento y acompañamiento diseñados para guiar a los familiares.

La intervención adecuada, basada en conocimiento experto, puede marcar la diferencia entre reforzar los vínculos con la persona captada o permitir que el grupo ejerza un control total. Mantener la esperanza, actuar con estrategia y confiar en el proceso son pasos esenciales para abordar esta compleja realidad.

Artículo elaborado por Carolina Delgado y Rebeca Pozuelo, psicólogas coordinadoras del área de Sectas y Pseudociencias en Fundación Psicología Sin Fronteras.

No es culpa tuya todo lo que te ocurre

No es culpa tuya todo lo que te ocurre.

El fenómeno de los grupos que ejercen manipulación coercitiva plantea un gran desafío para la libertad de pensamiento en sus miembros. Hemos observado cómo aquellos que caen bajo la influencia de dichos grupos que prometen alcanzar un crecimiento personal o “espiritual” usan un control basado en el sentimiento de culpa, que se entrelaza con la híperesponsabilidad, generando un ciclo de manipulación emocional difícil de romper.

Normalmente estos grupos ofrecen una alternativa o “verdad” exclusiva a aquella situación de vulnerabilidad que puede estar atravesando una persona, haciendo hincapié en el compromiso y disciplina que hay que cumplir con el grupo o líder. Para conseguir aquello que se proponen suelen poner el foco en un discurso que envía un mensaje basado en la premisa “si quieres puedes, todo depende de ti”. De esta forma, los problemas presentes son resultado de las acciones realizadas sin indagar en más factores condicionantes.

Hacen responsables a las personas de sus propias circunstancias o sentimientos, se les culpa de aspectos como enfermedades crónicas o no y dolores de cualquier índole, agresiones sexuales, rupturas, problemas psicológicos, crisis económicas, etc.

A su vez, a través de dinámicas relacionales entre los participantes, el sentimiento de culpa aumenta cuando el seguidor se distancia de cumplir las expectativas del grupo o líder: no participar en un evento, no seguir las normas o rituales establecidos, hacer una crítica, relacionarse con otras personas externas al grupo, etc.

Muchas de estas personas luchan en silencio, convencidas de que su sufrimiento es un reflejo de su propia insuficiencia, cuando en realidad es una manifestación de la manipulación psicológica a la que están sometidas. Esto genera un efecto de confusión en la persona que lleva a sentimientos de culpabilidad y cuestionamiento a sí misma sobre si hasta ahora ha hecho las cosas bien. Piensa que ha dado con la clave, con aquellas personas que pueden enseñarle a dar un giro a su vida y poder hacer que vaya bien y goce de la salud y de las relaciones que desea.

Este proceso crea un entorno donde la culpa se convierte en un mecanismo de cohesión y conformidad, donde cada individuo siente que debe sacrificarse por el bien del grupo, unidos por un mismo propósito con herramientas que el resto de personas externas al grupo ignoran o rechazan.

Desde Psicología sin Fronteras, nuestra intención es transmitir que hoy en día se han determinado muchas causas de nuestro malestar con una evidencia científica clara, y las que no se hayan detectado, no significa que el que lo está experimentando se lo haya provocado a sí mismo. Las causas de nuestros males pueden estar en la biología o herencia biológica, el aprendizaje e incluso el tan desconocido azar que también forma parte de nuestras vidas. Por lo que vivimos en un contexto en el que intentamos tomar las mejores decisiones posibles con las herramientas que tenemos o conocemos.

Artículo elaborado por Carolina Delgado, psicóloga del área de Sectas y Pseudociencias en Fundación Psicología Sin Fronteras y Rebeca Pozuelo, psicóloga y coordinadora del área de Sectas y Pseudociencias en Fundación Psicología Sin Fronteras.

 

En la actualidad se ha observado una creciente preocupación por la salud física y mental centrada en alcanzar el bienestar que se manifiesta en aspectos de la vida cotidiana. A raíz  de este impulso por la importancia y beneficios que tiene el cuidado de la salud en general, resaltando la psicológica, diversos grupos han aprovechado este interés social como cebo para la captación de seguidores en grupos coercitivos. Es así como muchos grupos, a través de retiros espirituales o vacacionales, ofrecen programas que prometen conseguir la sanación o un encuentro espiritual que cualquiera desea, obteniendo así un crecimiento personal y un bienestar vital duradero.

Mujeres sentadas junto al lago. Fuente: www.freepik.es

Desde Psicología Sin Fronteras, en Sectas y Pseudociencias, sentimos el deber profesional de informar sobre el peligro que pueden conllevar propuestas inofensivas que enmascaran manipulación y control sobre el individuo que pertenece o visita estos retiros. De esta forma, dichos retiros pueden ser perjudiciales y ejercer la manipulación coercitiva sobre las personas que participan, llevándola a cabo de la siguiente manera:

  • La relación del grupo con el líder o gurú presenta una desigualdad de poder, pues este tiene unas capacidades superiores que exigen la obediencia sin cuestionamiento de lo que se promueve o practica. No hay espacio para el debate, pues los miembros ejercen presión social para impedir que se opine negativamente sobre las actividades o prácticas. De forma consciente o inconsciente se sigue la corriente de lo que la mayoría hace.
  • Es probable que aíslen a los participantes que se conocen o que han llegado juntos, con el fin de que no puedan cuestionar las prácticas o actividades realizadas entre ellos, evaluándolas de una manera negativa. Es decir, intentan impedir que el descontento de algún participante pueda influir sobre otro.
  • Asimismo, se suele restringir la comunicación con el exterior por la mismas razones. Por ejemplo, limitando o prohibiendo el uso del móvil durante el retiro. También, en algunos casos, haciendo prometer al grupo que al salir del retiro no comentarán lo experimentado a personas que no hayan participado en el retiro porque “para entenderlo hay que vivirlo”. Esto permite que no se contraste la información con otras opiniones y nos aislemos considerando que la única verdad es la que el grupo expone.
  • Durante el retiro se suele programar una rutina que altere el sueño y la alimentación, ocasionando así un desajuste emocional más vulnerable al control mental y físico que disminuye a su vez la libertad de pensamiento crítico e individualidad.
  • Crean falsas expectativas mediante mensajes falsos que pueden ser muy atractivas como, por ejemplo: terapias cortas o rituales que prometen ser más eficaces que un año de terapia psicológica por profesionales no acreditados profesionalmente; escuchar historias milagrosas de personas que ya han realizado el mismo proceso que vas a abordar sin pruebas reales; o prometer seguridad al tomar sustancias con supervisión o asistencia médica inexistente.

Es de suma importancia que dichas estrategias de captación las tengamos en cuenta antes de tomar la decisión de acudir a un retiro para prevenir caer en un grupo coercitivo, junto con las consecuencias que ello conlleva tan destructivas para nuestra salud psicológica, siendo este el objetivo contrario de lo que se propone trabajar en estos lugares.

Artículo elaborado por Carolina Delgado, psicóloga del área de Sectas y Pseudociencias en Fundación Psicología Sin Fronteras y Rebeca Pozuelo, psicóloga y coordinadora del área de Sectas y Pseudociencias en Fundación Psicología Sin Fronteras.

 

Cómo manejar la ansiedad y el estrés en el día a día. 7 técnicas efectivas

La ansiedad y el estrés son experiencias comunes que tiene mucha gente. Aunque sea una experiencia común, sigue habiendo problemas en relación con entender qué son exactamente el estrés y la ansiedad y cómo se manejan.

¿Qué es el estrés?

El estrés es una respuesta común que se experimenta cuando se está bajo presión o cuando la persona percibe que no tiene los recursos para afrontar diversas situaciones. Normalmente hay un factor desencadenante conocido como estresor, que puede venir de diversas fuentes. Por ejemplo: el colegio, la universidad y la situación familiar, entre otras.

Cuando una persona se siente estresada se activa el sistema nervioso simpático lo que activa una respuesta hormonal para ayudar al cuerpo a reaccionar ante el estrés. La región del cerebro encargada de procesar emociones manda una señal al hipotálamo, el cual a su vez envía otra señal a las glándulas adrenales. Esto provoca un aumento en los niveles de cortisol.

Niveles elevados de cortisol están asociados con la obesidad y con enfermedades cardiovasculares, por esto es importante aprender a manejar el estrés en el día a día para minimizar su efecto negativo.

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una emoción que surge cuando una persona anticipa una situación peligrosa o de amenazante, ya sea por un peligro externo o interno. Este sentimiento de amenaza puede venir de muchas fuentes, parecido al estrés esto puede venir del trabajo, de situaciones familiares o de eventos recientes.

La ansiedad se manifiesta a través de síntomas físicos como taquicardia, la sensación de falta de aire, angustia y dificultades para dormir.

Tanto estrés como la ansiedad son sensaciones que se pueden aprender a manejar tanto para reducir el malestar que causan como para reducir sus efectos negativos en nuestras vidas.

7 técnicas para manejar el estrés y la ansiedad

1. Respiración diafragmática

La respiración diafragmática consiste en respirar profundamente inflando el abdomen en lugar del pecho. Se puede realizar sentado, de pie o tumbado boca arriba. Coloca una mano en el pecho y otra en el abdomen. Respira lentamente, inflando el abdomen de manera que la mano en el abdomen se mueva, mientras la mano en el pecho se mantiene lo más quieta posible. Para exhalar, contrae los músculos del abdomen para que éste se hunda; de nuevo, la mano en el pecho no debe moverse. Al principio, puede resultar difícil, pero con la práctica, mejorarás tu capacidad para respirar de manera diafragmática.

2. Relajación progresiva de Jakobson

Esta técnica consiste en tensar y relajar los músculos para reducir el estrés y la ansiedad. Puede realizarse de pie, sentado o tumbado, con los ojos abiertos o cerrados. Tensa los músculos del cuerpo durante 5 segundos y relájalos durante 10 segundos, comenzando por los pies y avanzando hacia arriba: piernas, abdomen, espalda, cuello y cara. Este ejercicio dura entre 10 y 20 minutos y, con la práctica diaria, mejorarás tu capacidad para relajarte.

 3. Técnica de los 5 sentidos (Técnica 5, 4, 3, 2, 1)

Esta técnica de mindfulness utiliza los sentidos para redirigir la atención al presente. Primero, respira lenta y profundamente. Luego, reconoce cinco cosas que puedes ver (como una botella, un móvil, un libro, una silla y una mesa). A continuación, identifica cuatro cosas que puedes tocar (como la tela de tu ropa, tu cabello, el suelo bajo tus pies y las teclas del ordenador). Luego, reconoce tres cosas que puedes oír (como pájaros cantando, el viento y tus compañeros de trabajo hablando). Identifica dos cosas que puedes oler (como tu perfume y el jabón de manos). Finalmente, piensa en una cosa que puedas saborear (como café).

4. Respiración cuadrilátera

Esta técnica de relajación, llamada respiración cuadrilátera, se basa en cuatro pasos: inhalación, retención, exhalación y retención. Puedes realizarla en cualquier momento, con los ojos abiertos o cerrados, siempre que sea seguro. Inhala por la nariz contando hasta cuatro, retén la respiración durante cuatro segundos, exhala durante cuatro segundos y mantén la apnea durante cuatro segundos.

5. Ejercicio

Se ha demostrado que realizar entre 30 y 60 minutos de ejercicio moderado, como caminar, bailar o nadar, es efectivo para reducir el estrés. El ejercicio aumenta los niveles de endorfinas, neurotransmisores que incrementan la sensación de bienestar. Además, el ejercicio es un factor protector contra la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, que pueden estar asociadas al estrés.

6. Visualización

Este ejercicio de relajación utiliza la imaginación para reducir el estrés y la ansiedad. Cierra los ojos e imagina una escena que te relaje, como una playa, un bosque o un lugar que te haga sentir seguro. Una vez visualizado el escenario, concéntrate en lo que sientes, hueles, tocas y ves en ese lugar.

7. Escuchar música

Escuchar música lenta y meditativa puede inducir un estado de relajación. Este tipo de música reduce la presión arterial y el ritmo cardíaco, disminuyendo los niveles de estrés y ansiedad, y promoviendo un estado más relajado.

 

Referencias

Artículo elaborado por Almudena Barrasa Esteban, alumna de la Universidad Europea de Madrid, participante en el Programa de Prácticas Universitarias de la Fundación Psicología Sin Fronteras.